A finales del año 1609, el científico italiano Galileo Galilei dirigía su telescopio hacia el cielo. Este hecho aparentemente tan sencillo fue el punto de partida del derrumbamiento de una tradición basada en el geocentrismo de Ptolomeo, en las teorías de Aristóteles sobre la perfección de la esfera celeste y en las sagradas escrituras de la Biblia. Años antes, Copérnico propuso la idea de que los planetas giraban alrededor del Sol y que por lo tanto era la Tierra la que se movía alrededor del Sol y no al revés. Galileo acogió esta idea con entusiasmo y utilizó cada hecho que descubría al escrutar los cielos, para confirmar la teoría copernicana. Durante años ofreció a profesores de universidad, nobles y mandatarios de la iglesia, la oportunidad de mirar a través del ojo del telescopio, para que comprobasen por ellos mismos la verdad de sus afirmaciones. Los oponentes más radicales de Galileo se negaron a mirar por el telescopio. Otros miraron con curiosidad, pero afirmaban que los objetos que allí se veían no eran más que ilusiones ópticas producidas por el propio telescopio. Otro grupo sí admitía que lo que se veía estaba realmente en el cielo, aunque añadían que eso no confirmaba las afirmaciones de Galileo. Resumiendo, podemos decir que algunos no miraron por el ojo del telescopio, y otros no querían ver lo que allí se mostraba.
En una carta dirigida a Johannes Kepler, Galileo escribía: “Es realmente lamentable que sean tan escasos los que se consagran a la verdad…” Galileo fue procesado por sostener la teoría de Copérnico y tuvieron que pasar muchos años hasta que ésta fue totalmente aceptada.
Muchas veces me he preguntado cómo era posible que hubiese gente que se negase a mirar por el telescopio, que se negase a descubrir la verdad. La respuesta a esta pregunta está en lo que el psicólogo profundo Alfred Adler definió como la mentira de la vida. Un ser humano dice aspirar a unos objetivos en su vida, pero en el fondo aspira a otros muy distintos, e incluso totalmente contrarios. Un hombre dice consagrarse a la verdad y a la justicia, y sin embargo, su objetivo es otro: sostener una estructura gigantesca basada en siglos de tradición cristiana y aristotélica. Pero no hace falta remontarse al siglo XVII para observar en qué consiste la mentira de la vida. Mucha gente hoy día dice aspirar a la felicidad, a la sabiduría o a tener una pareja hermosa, y actúa de forma tal, que se aleja cada vez más de esos objetivos. Una persona puede llegar a defender lo indefendible por miedo a que se tambalee el edificio que había construido durante años o décadas.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]Cada ser humano debe plantearse cuáles son sus objetivos y si realmente se dirige hacia ellos. Cada científico debe plantearse si lo que le mueve es acercarse a la verdad y si está poniendo todo de sí mismo para alcanzarla.
Es triste comprobar como hoy en día, al igual que en el siglo XVII, parece ser más importante el sostener y defender un modelo de ciencia, que buscar la verdad. Las pruebas de esto las tenemos en la indiferencia o el rechazo de la ciencia ante ciertos temas que no encajan o no pueden abordarse con el actual método científico.
La ciencia debe atreverse a comprobar si sus métodos son una herramienta precisa para la investigación.
La ciencia debe adaptar sus métodos de investigación para conocer la realidad completa, y no adaptar la realidad para que encaje en sus métodos. Hace falta un método científico que pueda utilizarse para investigar cualquier ámbito de la realidad, un conocimiento sólido que oriente al hombre en su vida, en su pareja, en la educación, en la política y la economía, un saber verdadero que guíe al ser humano para establecer un vínculo sano con su propia naturaleza y con el medio ambiente.
El objetivo principal no es sólo discutir sobre la necesidad de un nuevo paradigma en la investigación y la ciencia. El objetivo principal es mostrar las bases del nuevo paradigma, y los resultados que se han obtenido con los nuevos métodos de investigación. A través de sus descubrimientos, el profesor Walter Odermatt nos ofrece un telescopio que nos amplía la visión de la realidad y nos acerca a una nueva teoría de la ciencia. Necesitamos científicos que se atrevan a buscar la verdad, anhelarla y perseguirla, aunque ello implique cuestionar los cimientos sobre los que se apoyan. Necesitamos hombres sabios que se acerquen al ojo del telescopio con curiosidad, asombro, respeto y una aspiración clara y verdadera por descubrir los grandes secretos del cosmos.
Muchas gracias por su atención.
Introducción al I Congreso Internacional sobre el cambio de paradigma en la investigación y la ciencia, celebrado en el hotel NH Parque de la Avenidas en Marzo de 2007.
© Sacha Criado, 2007