En el artículo anterior hablé de las crisis y de las consecuencias que tiene no superarlas. Ahora vamos a ver una alternativa para el futuro, una nueva cultura.
La cultura cuida y ennoblece la Naturaleza. La tarea del ser humano es cultivar y ennoblecer la Naturaleza para convertirla en un paraíso, en un disfrute y un provecho para sí mismo y para la humanidad. La Naturaleza provee de recursos en abundancia. Pensemos en el sol, en la cantidad inmensa de energía que produce en su combustión continua y que se disipa en su mayor parte en el espacio. Sólo es necesario utilizar estos recursos con mesura y distribuirlos bien. Economía y ecología han de ir de la mano. Los intereses personales y comunitarios han de estar en sintonía con un orden natural. Si aprendemos a sacar partido de los recursos naturales con respeto, no nos faltará nada esencial.
Se ven muestras de la transición a una nueva cultura en nuestro tiempo, por ejemplo, en la preocupación por la conservación del medio ambiente, la agricultura biológica, el rechazo al consumismo de ciertos sectores, la medicina natural, el auge de la psicoterapia, etc. La actitud de respeto profundo ante la Naturaleza, ante la creación, es uno de los pilares de una nueva cultura. Restaurar los graves daños causados a la Naturaleza y restablecer un equilibrio en ella, será uno de los grandes retos del futuro.
La cultura pone a disposición del ser humano un modo de vida digno y elevado. ¿Qué entendemos por un modo de vida digno y elevado? Pues sencillamente que nuestra vida cotidiana esté a la altura de la dignidad de ser humano. Que sepamos educar a nuestros hijos y formar a los jóvenes. Que la pareja sea una fuente de felicidad y la familia, un apoyo. Que los ancianos sean viejos sabios. Que los ritos colmen nuestra necesidad de trascendencia. La nueva cultura se debe poner en práctica en el día a día, en las “pequeñas” grandes cosas que nos llenan de verdad.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]Para saber educar a nuestros hijos nos hace falta una educación integral. Una educación que preparare de verdad a los niños para la vida, para el futuro que les espera. Esto quiere decir cultivar en ellos el agradecimiento, el respeto, el gusto y el ahorro.
Para ello hay que instruirles y ser un ejemplo, hay que mantener la disciplina y crear hábitos sanos.
La educación debe ennoblecer los instintos sin reprimirlos. La educación de hoy es el espejo del mañana.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»] Para que la pareja sea una fuente de felicidad debemos entender las leyes del amor y practicar la cultura del diálogo.
Tenemos que aprender a hablar con nuestras parejas, a entendernos profundamente y a atender las necesidades del otro.
El sentido de la pareja es ayudarnos mutuamente en el desarrollo. Esto significa también estar dispuestos a esforzarnos para convertirnos en el compañero ideal. Así cada día seremos mejores personas y mejores amantes.
La pareja debe ser una expresión del amor.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]Para que la familia sea un apoyo hace falta aceptar las peculiaridades ajenas. Hay que entender las debilidades de los otros y ayudarles a superarlas. Enfocarse en ver las virtudes de los demás y los defectos en uno mismo.
La autoridad justamente ganada merece respeto, la autoridad entendida como la capacidad de llevar a cabo algo de forma excelente.
La jerarquía, como principio de orden, ha de estar basada en el principio de autoridad y no en el autoritarismo, porque lo mando yo, o en la uniformidad, todos somos iguales.
La familia es la base de la sociedad.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»] Para que los ancianos lleguen a ser viejos sabios es preciso cumplir las tareas de las diferentes fases de la vida. Haber aprendido de la experiencia de la vida y atesorar la sabiduría que proporciona.
No hay que consumir la vida, sino aprender de ella y desarrollar nuestro potencial como seres humanos.
Quien aprende de la vida, se convierte en sabio. La sabiduría es el conocimiento de la verdad y se dice que “sabe más el diablo por viejo que por diablo”. También es necesario que la sociedad valore más la sabiduría y no sólo la juventud y su impulso.
Los ancianos han de ser los miembros más valiosos de la sociedad y guiar a las generaciones jóvenes en los avatares de la vida.
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Para que los ritos colmen nuestra necesidad de trascendencia hay que conocer el símbolo e incluirlo en nuestra vida. Los símbolos son la manifestación visible de una realidad invisible. Los símbolos nos recuerdan que detrás de lo evidente hay algo más y nos hacen vibrar en consonancia con ello. Cargar de significado acciones cotidianas las convierte en algo especial, por ejemplo, dar la bienvenida al nuevo día nos entona antes de comenzar la jornada. También aporta muchísimo recordar periódicamente acontecimientos señalados de la vida como la fiesta íntima de la boda con una celebración especial de la pareja.
Una nueva cultura se construye en primer lugar en el ámbito personal, en uno mismo, y después en el ámbito íntimo en la pareja, en la familia, los amigos cercanos. La revolución se hace en casa. Si muchas personas integran esta nueva cultura en sus vidas, podremos cambiar el mundo y mirar el futuro con esperanza.
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La nueva imagen del mundo
Otro aspecto fundamental para establecer una nueva cultura es ampliar nuestra imagen del mundo. La imagen del mundo es la representación que nos hacemos de la realidad en nuestra conciencia. Es decisiva, porque clasificamos todo en ella. Es el marco en el que ordenamos nuestras vivencias y la base sobre la que construimos nuestros principios y convicciones. La imagen del mundo determina nuestro punto de vista sobre las cosas que nos rodean y es la referencia básica para orientarse en la vida. Ahora se impone un cambio importante en la imagen del mundo que nos hemos hecho y en nuestro trato con la realidad. Necesitamos una imagen del mundo que permita explicar toda la realidad y todos los fenómenos que suceden en nuestra vida. Es necesario comprender que existen cuatro mundos, cuatro dimensiones de la realidad, que se compenetran:
- El mundo exterior, el mundo de la materia.
- La conciencia, el mundo de las informaciones.
- El más allá, el mundo de los sueños y
- El mundo interior, el mundo de los arquetipos divinos.
Cada uno de estos mundos tiene sus propias leyes que hay que respetar y que los diferencian. Es decir, debemos ser conscientes que vivimos simultáneamente en cuatro mundos, en cuatro dimensiones diferentes de la realidad. Cuando comprendamos la existencia de los cuatro mundos y cómo nos influyen, seremos capaces de entender los fenómenos que aparecen en la vida. Esto tiene una relación muy importante con la salud del ser humano y de la humanidad en general. Este mapa de la realidad nos permite orientarnos en la vida y cualquiera puede comprobar su validez por sí mismo. Es preciso conocer y cultivar la relación con estas cuatro dimensiones de la realidad.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]La relación con el mundo exterior, el mundo de la materia, ha de ser más respetuosa. Debemos recobrar el respeto profundo ante la Naturaleza y sus leyes. Se debe contemplar cada vez más lo material como un símbolo de otras realidades invisibles. Por ejemplo, ver los síntomas de las enfermedades como un símbolo del estado psíquico. De este modo no habrá que tratar de eliminarlos con medicamentos.
El hombre debe crear un espacio vital para sí y los suyos que esté de acuerdo con su esencia y su naturaleza. Un ámbito particular en el que se respete el medio ambiente y haya un orden propio en el que se pueda ser uno mismo.
La relación con el mundo de la conciencia, el mundo de las informaciones, ha de tomarse más en serio. Tener más en cuenta las informaciones que tenemos acumuladas en la conciencia y las informaciones a que nos exponemos. La higiene psíquica debe ocupar un lugar principal. El cultivo de la conciencia proporciona salud y felicidad. Por eso, el ser humano debe purificar su vida interior y almacenar en su conciencia sólo contenidos verdaderos. Para purificar la vida interior es preciso sanar las heridas que uno lleva dentro, quitarse los complejos negativos, cambiar las opiniones que van en contra de la esencia humana y deshacer las falsas ilusiones. Para almacenar en la conciencia contenidos sólo verdaderos hay que separar el trigo de la paja, comprobar escrupulosamente las informaciones a las que nos exponemos y separar las verdades de las medias verdades y de las mentiras.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]La relación con el mundo del más allá, el mundo de los sueños, debe conocerse mejor. Hay que ver los sueños como una ayuda para dirigir nuestro desarrollo como personas. La videncia y otros fenómenos deben considerarse científicamente y aceptarse objetivamente, es decir, de acuerdo con los hechos. Suceden y nos afectan y por tanto, debemos tenerlos en cuenta y cultivarlos. El cultivo de la relación con el más allá tiene lugar cuando el ser humano reconoce los pensamientos ajenos que se cuelan en su conciencia, se abre a las influencias positivas y se protege de las dañinas. Por ejemplo, los pensamientos que denigran a una persona que aún no conocemos y de la que no podemos tener un juicio.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]La relación con el mundo interior, el mundo de lo Divino, debe ser más accesible para nosotros, formar parte de nuestra vida. Dios no está en el cielo viéndonos desde arriba. Lo Divino forma parte de nuestra esencia más íntima como seres humanos. La religión no tiene porqué estar vinculada a una confesión religiosa y debe recuperar su sentido esencial de ser una relación íntima del ser humano con Dios. Los hombres deben aprender a escucharse a ellos mismos sin necesidad de intermediarios. El cultivo de la relación con el mundo interior ayuda al ser humano a reconocer su tarea de la vida y cumplirla.
[divider style=»empty» margin_top=»20px» margin_bottom=»20px»]Vivimos una situación crítica que afecta a nuestro modo de vivir y de ver el mundo. La crisis es la culminación de un proceso que implica cambios. Llegamos a un punto en el que se exigen decisiones. Si somos capaces de ver más allá del materialismo veremos que la auténtica riqueza la lleva uno en su interior. Si decidimos apreciar esta riqueza y abrirnos a una nueva cultura y una nueva manera de entender el mundo, saldremos de la crisis enriquecidos como seres humanos.
© Francisco Llorente 2015