Muchas personas se preguntan si tienen una depresión cuando ven que les falta la motivación y la chispa que han tenido en otros momentos de su vida. Se comen el coco con ello o van al médico para que les recete algo que les anime. Alguna vez funciona, pero es como jugar a la lotería, normalmente no toca y al poco tiempo me doy cuenta que sigo igual o incluso peor. Si quiero salir de ahí voy a tener que remangarme y confrontar los hechos.

Hay diferentes razones que pueden conducir a una persona a perder la chispa y el empuje: la rutina y el aburrimiento, la pérdida de un ser querido, un mal conflicto en la pareja o el fracaso en un emprendimiento. Son momentos de bajón que forman parte del destino de todo ser humano y de los ciclos de la vida ante los que es preciso imponerse y remontar como se pueda. Ahora bien, estar de bajón no es lo mismo que tener una depresión.

Una depresión, como toda neurosis, es un conflicto grave entre una necesidad natural y un principio moral tergiversado. De un lado tira el deseo de dejarse fascinar por la belleza que descubrimos y de otro la censura que lo considera prohibido. Ambos impulsos pugnan con fuerza entre sí y esta lucha interior sin salida apaga la alegría de vivir. “Quédate con lo que tienes” o “No tienes permiso para aspirar a otras cosas” dicta la moral convencional, mientras que la necesidad de sacar los pies del tiesto y buscar nuevos horizontes para poder crecer y disfrutar empuja desde el interior. La oposición entre ambas fuerzas produce un intenso sufrimiento, que es el síntoma claro de cualquier neurosis. Esto sucede, por ejemplo, cuando alguien se enamora de una persona de su entorno y se queda bloqueado sin saber qué hacer porque siente que es algo prohibido.

Detrás de este conflicto sin resolver siempre hay un problema con la autoridad y con la opinión dominante en el entorno. Las personas con depresión tienden a someterse a la opinión pública y suelen dejarse llevar por el qué dirán. Este mal hábito bloquea su impulso para afirmarse ante los demás y encontrar su propio camino.

La tiranía de la tradición también induce al conflicto depresivo. Las personas que no se enfrentan a la tradición y someten sistemáticamente sus iniciativas a ella aumentan el riesgo de caer en una profunda tristeza.

La depresión hay que tratarla con una psicoterapia efectiva, sin embargo, a día de hoy, los antidepresivos son el recurso con el que más comúnmente se trata este trastorno. Los antidepresivos actúan sobre el sistema nervioso central y bloquean la reabsorción de ciertos neurotransmisores, en especial la serotonina, lo cual aumenta sus niveles en el cerebro. Estos fármacos se conocían ya desde la década de los cincuenta del siglo XX. Fue al investigar cómo funcionaban y con el fin de defender su aplicación cuando se concluyó, sin pruebas claras, que la depresión estaba causada por un déficit de serotonina. Esta hipótesis se demostró equivocada unas décadas más tarde, como bien explica Robert Whitaker en su libro «Anatomía de una epidemia» (Ed. Capitán Swing, Madrid 2015), sin embargo los tratamientos con estos medicamentos se siguen aplicando de forma generalizada en la actualidad.

Los antidepresivos pretenden tratar una perturbación de la psique incidiendo únicamente en la bioquímica alterada del sistema nervioso central. Sin embargo, a este enfoque le falta una visión completa del ser humano y se obvia el verdadero origen del problema. Por eso hay que tener mucho cuidado con su uso a medio o largo plazo y su uso puede estar justificado provisionalmente o en casos de emergencia como método paliativo, pero hay que dejar claro que no sirven para curar las depresiones ni para mitigar las causas que la producen.

Francisco Llorente

Psicólogo profundo

Abrir chat
1
¡Hola! ¿En qué podemos ayudarte?